El principal coste asumido por el granjero avícola integrado es el de la calefacción. Para la maximización de la rentabilidad de su inversión es natural la búsqueda de la reducción del gasto en esta partida. Así, a veces puede sentirse tentado de reducir los niveles de ventilación para evitar que se pierda el calor de la nave, especialmente en el arranque de la engordada, cuando las consignas de temperatura y su diferencia con el exterior son más altas.
Sin embargo, reducir los niveles de ventilación constituye una medida de falso ahorro. La ventilación es necesaria para garantizar una calidad óptima del ambiente y asegurar el buen desarrollo de las aves. Una ventilación por debajo de la necesaria conlleva la acumulación de gases tóxicos y humedad en la nave. Este mal ambiente fomenta la incidencia de patologías y el subdesarrollo por falta de consumo de pienso. Además, la acumulación de humedad estropea prematuramente la cama, lo que redunda en más patología más adelante en el ciclo. Y lo que es más grave, sin una correcta ventilación tendremos un mal arranque, el cual lastrará los resultados finales del lote (mayor mortalidad, menor velocidad de crecimiento, peores índices de conversión) y por lo tanto reducirá la asignación percibida.
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