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Cómo reducir costes

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No sólo en el contexto actual, sino también en miras al éxito empresarial en general, una optimización de los costes es básica. A continuación se expone un procedimiento adecuado para determinar si interesa o no introducir cualquier tipo de mejora en la granja, desde cambios en las rutinas de trabajo hasta inversiones en nuevo equipamiento.

El primer paso para valorar si estamos empleando nuestro esfuerzo y dinero de la forma más adecuada es el análisis del proceso. Hay que hacer un diagrama de las tareas y calcular cuánto esfuerzo, tiempo y dinero empleamos en cada etapa del proceso.

Por ejemplo, en el caso de la limpieza de la nave, cuántas horas pasamos limpiando, cuánta agua, cuánta electricidad y qué cantidad de productos de limpieza y desinfección utilizamos.

Lo siguiente es traducir este análisis a términos monetarios: contar las horas dedicadas y darles un valor (aunque no paguemos a nadie por ellas), valorar las infraestructuras (herramientas y maquinaria utilizadas) y estimarles una vida útil para poderles calcular un coste de amortización por hora de uso. Así tendremos todas las etapas del proceso traducidas a un coste económico.

Siguiendo el ejemplo de la limpieza de la nave, hay que calcular en cuánto valoramos nuestra hora de trabajo o a cuánto la pagamos, cuánto cuesta el agua, la electricidad y los productos que gastamos en cada proceso de limpieza, cuánto nos costó la maquinaria para limpiar y qué número de lavados esperamos que realice en su vida útil.

Inmediatamente después ya podemos empezar a valorar la aplicación de mejoras: por un lado hay que calcular cuánto nos costará implementarlas y por el otro qué ventajas e inconvenientes nos supondrán, siempre en términos económicos.

Terminando con el ejemplo de limpieza:
–      cambio de producto de limpieza? Depende de si el nuevo producto me sale más barato por episodio de limpieza (y no por litro!)
–      compro una nueva máquina de limpieza? Depende del ahorro futuro que me permita (en tiempo, agua, electricidad y/o producto de limpieza), pero a la vez también hay que considerar su coste de amortización por episodio de limpieza (cuántas limpiezas realizará en su vida útil) y qué salida le voy a dar al viejo sistema (si lo puedo vender en el mercado de segunda mano, y cuanto voy a sacar, objetivamente)

Así puede que una nueva máquina parezca barata por el precio, pero no nos interese porque no supondrá ninguna mejora sustancial en el coste de la realización del proceso. O al revés, puede que nos parezca muy cara, pero sí que nos interese porque reducirá las horas de trabajo sensiblemente, o ahorrará mucha agua o electricidad o energía.
No conviene quedarse sólo con el precio que supone la nueva inversión, ni mucho menos con la primera opción que nos ofrezcan:

Siempre hay que comparar, valorar el futuro ahorro y el coste del cambio.